La niebla de la mañana se estaba concentrando lentamente en el valle, y esa niebla

era uno mismo, era el hombre volviéndose más y más espeso, sumergiéndose más y más en la fantasía, en el romance, en la necedad de la propia vida. Y después de un largo período de tiempo, uno llegó abajo. Se escuchaba el murmullo del viento, de los insectos, los llamados de innumerables pájaros. Y a medida que uno descendía, la niebla iba desapareciendo. Había calles, tiendas, y la gloria del amanecer se estaba desvaneciendo rápidamente. Y la gente comenzaba su rutina diaria, atrapada en el hábito del trabajo, en las disputas entre hombre y hombre, en las divisiones de la identificación la división de las ideologías, las preparaciones para las guerras, el propio pesar interno y el perpetuo dolor del hombre.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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