Pero la función más bella de este profeta eterno y divino que ha venido a
derramar la sangre de su cuerpo y de su espíritu, para ponernos en condiciones de volver, por él, a nuestro estado natural y primitivo, ha sido hacer que nuestra sangre sea eficaz y darnos así una segunda vida, después de la que habíamos perdido. Esta segunda vida, que nos daba de este modo, era la vida del dolor y debía costarle infinitamente más que la vida del amor, que es la que nos había dado la primera vez.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .