Tomás Brown, al hablar de las lámparas perpetuas (49), colocadas en angostísimos recintos, dice que
deben su virtud a la pureza del aceite sin emanaciones fuliginosas capaces de sofocar la llama, pues si las hubiese alimentado el aire, de seguro se consumiera el comburente. A este propósito pregunta dicho autor: “¿se ha perdido el arte de preparar este aceite inconsumible?”. No por cierto, y el tiempo lo probará, aunque todo cuanto sobre ello escribimos ahora desapareciera como otras muchas verdades.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .