Si todas estas fuerzas divinas se transformasen en otros tantos verbos ardientes y en otros

tantos instrumentos agudos y penetrantes que, todos al mismo tiempo, rompiesen las diversas ataduras que retienen a nuestro ser pensante y le devolviesen su libertad y toda su sensibilidad Divina, ¿qué lengua podría entonces manifestar nuestra maravillosa situación? Eso es lo que podemos esperar de nuestro renacimiento, si somos lo suficientemente perseverantes para perseguirlo con una actividad constante, ya que, cuando menos lo esperemos, llegará nuestra hora espiritual y hará que conozcamos, como por sorpresa, este estado delicioso del hombre nuevo.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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