El hombre lleva intentando una estrategia política con la mujer durante toda la historia de

la humanidad: que ella es inferior a él. Y la ha convencido. Existen razones para que la mujer esté indefensa y tenga que someterse a esta idea, tan absurda como fea. La mujer no es inferior al hombre, ni tampoco superior. Son dos categorías humanas diferentes que no pueden compararse. La comparación misma es absurda, y si empezamos a comparar, surgirán los problemas. ¿Por qué se ha proclamado la inferioridad de la mujer en el mundo entero? Porque era la única manera de dominarla, de esclavizarla. Resultaba más fácil. Si hubiera sido igual, habría habido problemas. Por eso se tenía que convencerla de que era inferior. Y las razones esgrimidas son las siguientes: tiene menos fuerza muscular y menor estatura; no ha escrito filosofía ni teología; no ha fundado ninguna religión; no ha habido mujeres que destacaran en la música o la pintura. Todo eso demuestra que no tiene suficiente inteligencia, que no es intelectual, que no le interesan los asuntos más elevados de la vida, que sus intereses son muy limitados, que solo sirve para ser ama de casa. Claro, si se plantea así la comparación, con tanta astucia, se convence fácilmente a la mujer de su inferioridad. También habría que comparar otras cosas. Una mujer puede dar a luz, mientras que un hombre no. Él es inferior; no puede ser madre. La naturaleza no le ha dado tal responsabilidad, sabiendo que es inferior. La responsabilidad recae sobre el superior, y la naturaleza no ha dotado de útero al hombre. En realidad, su función en la procreación no es más que la de una inyección, algo momentáneo.

Osho . El libro del ego .

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