El otro día, un hombre que había viajado muchísimo, que había visto muchísimo y escrito

una que otra cosa, vino a vernos un hombre algo viejo con una barba bien cuidada; se hallaba decentemente vestido sin el desaliño de la vulgaridad. Cuidaba sus zapatos, sus ropas. Aunque era extranjero, hablaba un inglés excelente. Y al hombre que estaba sentado en la playa observando, le dijo que había hablado con muchísima gente, que había discutido con algunos profesores y estudiosos, y que mientras estuvo en la India había conversado con unos cuantos pundits. Y la mayoría de ellos según él- al parecer no se interesaban en la sociedad, no se comprometían con la reforma social ni con la presente crisis bélica. A él sí le interesaba profundamente la sociedad en que estábamos viviendo, aunque no era un reformador social. No estaba muy seguro de que la sociedad pudiera cambiar, de que uno pudiera hacer algo al respecto. Pero él veía lo que la sociedad era: la inmensa corrupción, la insensatez de los políticos, la mezquindad, la vanidad y la brutalidad que imperan en el mundo.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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