Como concepción del mundo, el organicismo se expresa de varias maneras: por un lado, afirma
que la realidad es de tipo orgánico (lo que casi siempre quiere decir que tiene la estructura y las funciones de un organismo vivo y no de una máquina). Por otra parte, esta expresión está en las doctrinas organicistas de algunos pensadores del Renacimiento, como Giordano Bruno, o en algunos filósofos de la naturaleza, como Schelling, o de forma biologista, como en Bergson. El camino para entender en qué sentido puede "etiquetarse" a Kircher como organicista puede encontrarse rastreando las tesis clásicas (superadas en otros aspectos) de Hugh Kearney [1970:77-96]. En su opinión, a lo largo de la historia del pensamiento se entrecruzan, sin anularse mutamente, tres tradiciones científicas: la organicista, la mágica y la mecanicista. En la tradición organicista, que es la que aquí nos interesa, el científico explica el universo material sirviéndose de analogías tomadas del mundo que hoy llamamos biológico. El lenguaje que utiliza tuvo por origen la observación del crecimiento y de la decadencia. Con la analogía de la bellota que crece hasta hacerse roble, siempre a punto. Y así, las venas minerales metálicas fueron explicadas mediante la hipótesis de que el metal había "crecido" en un lugar que le era favorable.
Athanasius Kircher . El Geocosmos .