El hombre está concebido no sólo en el pecado, como decía David de sí mismo,

sino que, además, está concebido por el pecado, en vista de las tenebrosas iniquidades de los que lo engendran. Esas iniquidades tenebrosas van a influir en él en lo corporal y en lo espiritual, hasta su nacimiento. Nace y empieza a recibir por dentro la leche contaminada con estas mismas iniquidades y, por fuera, mil tratos torpes que acaban deformando su cuerpo, incluso antes de que termine de formarse. Ideas depravadas, lenguas falsas y corrompidas asaltan todas sus facultades y las espían a su paso, para infectarlas tan pronto como él las manifieste por el menor de sus órganos.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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