La mente tiene que volverse extraordinariamente quieta, silenciosa; y esto ocurre sin resistencia alguna, sin

sistema alguno, cuando ella ve la totalidad del problema. El hombre siempre ha perseguido la inmortalidad; cuando pinta un cuadro y lo firma, esa es una forma de inmortalidad; dejando un nombre tras él, lo que siempre desea es dejar algo de sí mismo. ¿Qué tiene el hombre que dar de sí mismo, fuera de su conocimiento tecnológico? ¿Qué es él? ¿Qué somos ustedes y yo psicológicamente? Ustedes pueden tener una cuenta de banco más abultada, pueden ser más inteligentes que yo, o esto o aquello, pero, ¿qué somos psicológicamente, sino muchas palabras, recuerdos, experiencias, las cuales deseamos pasar a un hijo, consignarlas en un libro, o pintarlas en un cuadro, qué somos sino el “yo”? El “yo” se vuelve extremadamente importante, el “yo” en oposición a la comunidad, deseando identificarse a sí mismo, deseando realizarse, convertirse en algo grande, ustedes saben, todo eso. Cuando uno observa ese “yo”, ve que es un haz de recuerdos, de palabras huecas. Y es a eso lo que nos apagamos, ésa es la esencia misma de la separación entre usted y yo, ellos y nosotros.

Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .

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