Justifícate, por tanto, hombre de deseo, o, mejor dicho, no dejes que de derrumben por

la base. Tu vida procede de la vida. Que baste tu existencia para demostrar que eres el hijo de Dios. ¿No toma la vida siempre sus propias medidas? ¿Quién podría causar perjuicio a tu estabilidad, si no perdieses nunca de vista que eres el hijo de Dios y que eres su pensamiento, su palabra y su obra y si, por tu constancia, y la fuerza de tu fe, no llegases a dar una prueba de ello a la ignorancia? Cuando te encuentres débil, vuelve lo ojos hacia el que viene a consagrarte hasta en tu interior, para ser sacerdote, según la orden de Melquísedec, y entonces te verás elevado hasta los cielos.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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