... La estructura jerárquica ofrece una oportunidad excelente para la autoexpansión. Usted puede desear la
hermandad, pero ¿cómo puede haber hermandad si está persiguiendo distinciones espirituales? Podrá sonreírse ante títulos mundanos, pero cuando en el reino del espíritu admite al Maestro, al salvador, al gurú, ¿no está transfiriendo a ese reino una actitud mundana? ¿Puede haber divisiones jerárquicas o grados en el desarrollo espiritual, en la comprensión de la verdad, en la realización de Dios? El amor no admite divisiones. O uno ama, o no ama; pero no convierta la falta de amor en un largo y dilatado proceso cuyo objetivo final es el amor. Cuando usted sabe que no ama, cuando está pasivamente alerta ante ese hecho, entonces hay una posibilidad de transformación; pero cultivar diligentemente esta distinción entre el Maestro y el discípulo, entre aquellos que han logrado llegar y los que no lo han logrado, entre el salvador y los pecadores, es negar el amor. El explotador, que a su vez es explotado, encuentra un apropiado terreno de caza en esta ceguera, en esta ilusión. ... La separación entre Dios o la realidad y uno mismo es generada por uno, por la mente que se aferra a lo conocido, a la certidumbre, a la seguridad. Es imposible tender un puente sobre esta separación; no hay ritual, ni disciplina, ni sacrificio que pueda permitirle cruzarla; no hay salvador, ni maestro, ni gurú que pueda conducirlo hacia lo real o que pueda destruir esta separación. La división no es entre lo real y usted; está en usted mismo. ... Lo esencial es comprender el creciente conflicto del deseo; esta comprensión llega tan sólo mediante el conocimiento propio y la percepción constante de los movimientos del «yo».
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .