Con esto basta para demostrar que no es necesario que perdamos más tiempo con objeciones

secundarias, con las que los hombres inferiores se ciegan unos a otros todos los días. Tenemos que realizar proyectos más amplios que el de ocuparnos de las oscuridades voluntarias, que no proceden nada más que del frivolo descuido del mundo, y este proyecto consiste en ocuparnos de las os- curidades naturales propias del estado terrestre del espíritu del hombre; pero debemos ocuparnos mucho más aún de las claridades y las luces que pertene- cen a su esencia indestructible, ya que hay muchos grados en las necesidades del hombre y estaríamos haciendo muy poco por él limitándonos a pensar úni- camente en alguno de los males que puede solucionarse él mismo, bien sea centrando en él toda su atención o utilizando los recursos que ya se le han dado. Repitamos, por tanto, la frase que dice que el alma del hombre es un pensamiento del Dios de los seres.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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