Esta anécdota, contada por el historiador Sse-matsien, define perfectamente las posiciones respectivas de las dos
doctrinas, antes deberíamos decir de las dos ramas de doctrina, en las cuales iba en adelante a encontrarse dividida la Tradición extremo-Oriental: Conllevando una esencialmente la metafísica pura, a la cual se adjuntan todas las ciencias tradicionales que tienen un alcance propiamente especulativo o, para decirlo mejor, «cognitivo»; confinada la otra en el domino práctico y ateniéndose exclusivamente al terreno de las aplicaciones sociales. Kong-tseu confesaba él mismo que en punto ninguno había «nacido al conocimiento», es decir, que no había alcanzado el conocimiento por excelencia, que es el del orden metafísico y supra-racional; conocía los símbolos Tradicionales, pero no había penetrado su sentido profundo. Es por eso por lo que su obra debía estar necesariamente limitada a un dominio especial y contingente, que era el único de su competencia; pero al menos se guardaba bien de negar lo que le rebasaba. En eso, sus discípulos más o menos lejanos no le imitaron siempre, y algunos, por un defecto que está muy difundido entre los «especialistas» de todo género, hicieron prueba a veces de un estrecho exclusivismo, que les atrajo, de la parte de los grandes comentadores taoístas del siglo IV antes de la era cristiana, Lie-tseu y sobre todo Tchoang-tseu, algunas réplicas de mordaz ironía. Las discusiones y las querellas que se produjeron así en algunas épocas no deben sin embargo hacer mirar el taoísmo y el confucianismo como dos escuelas rivales, lo que jamás fueron y lo que tampoco pueden ser, dado que cada uno tiene su dominio propio y netamente distinto. No hay pues, en su coexistencia, nada que no sea perfectamente normal y regular, y, bajo algunos aspectos, su distinción corresponde con bastante exactitud a lo que es, en otras Tradiciones, la distinción de la autoridad espiritual y del poder temporal.
Ariza Francisco . Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo .