De esta sublime verdad se deduce otra verdad que no es menos sublime, y es
que no estamos dentro de nuestra ley ni pensamos por nosotros mismos, ya que, para cumplir el espíritu de nuestra verdadera naturaleza, no debemos pen- sar nada más que por medio de Dios, sin lo cual ya no podemos decir que somos un pensamiento del Dios de los seres, sino que nos declaramos como el fruto de nuestro pensamiento, nos anunciamos como si no tuviésemos más origen que nosotros mismos y como si hubiésemos sido nuestro propio princi- pio, de tal manera que, al desfigurar nuestra naturaleza, estamos anulando a aquél de quien la tenemos: ciega impiedad, que puede darnos a conocer el camino que han seguido todas las prevaricaciones.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .