Había un águila volando en la altura; haciendo círculos sin batir las alas, llevada por

la corriente de aire, se alejó más allá de los cerros y se perdió de vista. Observar, aprender; el aprender es tiempo, pero el observar no contiene tiempo. O el escuchar; escuchar sin interpretación alguna, sin ninguna reacción, sin ninguna clase de prejuicio. Escuchar ese trueno en los cielos, el trueno rodando entre los cerros. Jamás escuchamos completamente, siempre hay una interrupción. El observar y el escuchar constituyen un gran arte observar y escuchar sin reacción alguna, sin ningún sentido del ‘escuchador’ o del ‘observador’. Observando y escuchando aprendemos infinitamente más que a través de cualquier libro. Los libros son necesarios, pero el observar y el escuchar agudizan nuestros sentidos. Porque, después de todo, el cerebro es el centro de todas las reacciones, de todos los pensamientos y los recuerdos. Pero si nuestros sentidos no están intensamente despiertos, no podemos realmente observar y escuchar y aprender, no sólo acerca de cómo actuar, sino acerca del aprender en sí; y todo ello es el terreno donde puede germinar la semilla de la bondad.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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