Desconfía, por tanto, hombre, de esas luces precoces que te llegan sobre la naturaleza del

ser que quiere gobernarte sin que te des cuenta. Es el Dios desconocido y quiere caer sobre ti, lo mismo que cae el sol sobre las humildes plantas y, cuando venga a ti con unos rayos tan brillantes y potentes que nos deslumhren, diles: me asombráis, me dais luz; pero, desde el momento en que puedo veros, no sois mi Dios, sino sólo una imagen de él. Mi Dios está aún por encima de vosotros, porque su acción debe ser eternamente para mí una sorpresa y un milagro, sin el cual yo no seria su hijo. Diles que quieres estar siempre y exclusivamente en manos de este Dios desconocido que se acerca a ti en secreto y te levanta para hacer que vueles seguro por encima de los abismos y colmarte de alegrías y consuelos mayores que si todos los tesoros de los cielos estuviesen abiertos ante tus ojos. Ése es el verdadero renacimiento, ése es el hijo querido que acaba de recibir el día.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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