Desde el momento en que se produce en nosotros esta concepción, no debemos escatimar ningún
cuidado para hacer que llegue felizmente a su término, lo mismo que en el orden material cuidamos los días y la salud de una esposa querida que nos da la esperanza de verla convertida en madre. Debemos controlar con atención todos los movimientos que se produzcan en nosotros y hasta los mínimos deseos espirituales y verdaderos que se nos sugieran. sin descuidar ninguno y sacrificándolo todo para satisfacerlos, para evitar que. por nuestra negligencia o nuestra parsimonia, que no es otra cosa más que nuestra pereza, se dé el caso de que perjudiquemos el crecimiento de nuestro hijo. Pero defendámonos también con cuidado de todos los movimientos falsos que no se deben nada más que a la fantasía, pues con ellos estaríamos dando a nuestro enemigo unos poderes que aprovecharía él para poner inmediatamente su sello y su carácter en algunas partes del cuerpo de nuestra reproducción. Imitemos, pues, en todo a la naturaleza, que emplea todas sus fuerzas para hacer que fructifiquen sus productos cuando nosotros no cometemos el delito de impedir su obra.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .