En tercer lugar, el candidato a la iniciación debe edificar en su interior la sublime
y amplia virtud de tolerancia: la aceptación pacífica de todo hombre, de todo ser, tal como es, sin tratar de hacerle otro, sin querer que se pliegue a las exigencias de su gusto particular. El aspirante comienza a comprender que la Vida Una reviste apariencias innumeras, todas ellas buenas en tiempo y en lugar, y acepta cada manifestación determinada de esta vida sin querer transformarla en otra distinta. Aprende a venerar la Sabiduría que ha concebido el plan de este universo cuya ejecución dirige, y considera serenamente los fragmentos, aún imperfectos, que desarrollan con lentitud la trama de su existencia parcial. El beodo en camino de deletrear el alfabeto de los sufrimientos que produce la supremacía de la naturaleza inferior hace en su etapa una obra tan útil como el santo que acaba de aprender las más elevadas lecciones que la tierra pueda dar, y será injusto exigir del uno o del otro más de lo que pueden cumplir. El uno está en la escuela de párvulos asimilándose, gracias a las lecciones de cosas, una instrucción todavía rudimentaria; el otro, pronto a salir de la Universidad, está en el doctorado. Ambos obran como conviene a su edad y a su situación, y nos debemos poner a su nivel para proporcionarles ayuda. He aquí una de las lecciones que enseña lo que en ocultismo se llama “tolerancia”.
Annie Besant . La sabiduría antigua .