El dominio de nuestras pasiones, nuestros instintos y nuestros deseos, supone, naturalmente, ese llamado "combate

ascético" en el que nuestra naturaleza espiritual trata de imponerse a nuestra naturaleza instintiva. Pero sería un error tratar de lograr esto solamente por esfuerzos de la voluntad que, a la postre puede flaquear –y de hecho laquea muchas veces- permitiendo el despertar aún más monstruoso de una pasión ala que se suponía dormida y totalmente dominada. Nada positivo y fundamental lograremos en este sentido sino va acompañado de la transformación interna de nuestra alma por la meditación, que en ello consiste el verdadero ocultismo.

Eduardo Alfonso . La iniciación .

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