Abramos nuestra alma a esta acumulación de palabras divinas en nosotros y no pongamos ningún
obstáculo a su fermentación mutua, impidiendo que se nos acerquen y produzcan su reacción física en nosotros, si queremos que nuestras palabras adquieran, a su vez, algunas propiedades físicas. Recojamos con meticulosidad los mínimos resultados de esta fermentación de las palabras divinas en nosotros, porque que es así como ellas han formado el mundo, porque es así como ellas lo mantienen y generan continuamente la existencia de la obra que han producido, y porque es así como han formado nuestra alma y quieren formarla de nuevo hoy día, ya que, si los caminos de la sabiduría tienen una constancia y una uniformidad tan sublimes, es sólo para que el hombre tenga más facilidad para encontrarlos de nuevo cuando se ha desviado de ellos y para que, desde el mismo seno de las tinieblas, pueda recuperar algunas visiones de conjunto certeras y positivas sobre leyes que jamás habría debido olvidar.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .