Es sobre todo mediante el fuego como se «cambia la Naturaleza», y resulta significativo que
el dominio del fuego se afirme tanto en los progresos culturales tributarios de la metalurgia como en las técnicas psico-fisio-lógicas que fundamentan las magias y místicas chamánicas más antiguas conocidas. Desde este estadio arcaico de cultura el fuego es utilizado como agente de «transmutación»: la incombustibilidad de los chamanes proclama que han superado la condición humana, que participan de la condición de los espíritus (de ahí la repetición ritual de los firetricks, que confirma y valida periódicamente los prestigios del chamán). El fuego, agente de transmutación, lo es igualmente de ciertas iniciaciones de las que subsisten vestigios, incluso en los mitos y leyendas griegas. ¿Quién sabe si incluso el rito de incineración no traducía por sí mismo la esperanza de una transmutación mediante el fuego? En todos estos contextos mágico-religiosos el «dominio del fuego» indica, por otra parte, el interés por lo que nosotros llamaríamos poco más tarde «espiritualidad»: el chamán y, más adelante, el yogui y el místico son los especialistas del alma, del espíritu, de la vida interior. Un simbolismo extremadamente complejo asocia las aterradoras teofanías ígneas con as más suaves llamas del amor místico y las epifanías luminosas, pero también con las innumerables «pasiones» o «combustiones» del alma. En múltiples niveles, el fuego, la llama, la luz cegadora, el calor interno expresan siempre experiencias espirituales, la incorporación de lo sagrado, la proximidad de Dios.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .