Esta misma arca santa encargará al gran sacerdote de la orden de Melquísedec que te

ponga él mismo los hábitos sacerdotales, después de bendecirlos, y te dé por su propia mano las órdenes santificantes, por medio de las cuales podrás, en su nombre, derramar consuelos en las almas, haciendo que. por tu proximidad, por tu verbo purificador y por la santidad de tus luces, se den cuenta de que pasamos en la esclavitud, las tinieblas y la muerte todos los momentos en que no estamos directamente en la atmósfera de Dios. Y tú serás en su mano como los soldados en mano de aquel centurión que dice a uno «ve» y va; «ven» y viene.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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