Condenado a perecer está aquel que, por miedo a Mara, se abstiene de ayudar al

hombre, como no sea en provecho propio. El peregrino que ansía refrescar sus secos labios en las aguas vivas, y sin embargo no se atreve a lanzarse en ellas por temor a la corriente, se expone a sucumbir de calor. La inacción originada del miedo egoísta, no puede producir sino malos frutos.

H.P. Blavatsky . La voz del silencio .

Índice