Dice un proverbio persa: “Cuanto más oscuro está el cielo, más brillan las estrellas”. Así,

en el negro firmamento de la Edad Media aparecieron los misteriosos Hermanos de la Rosa Cruz, que no organizaron asociaciones ni instituyeron colegios, porque, acosados por todas partes como fieras, los tostaba sin escrúpulo la iglesia católica en cuanto caían en sus manos. A este propósito dice Bayle: “Como la religión prohibe el derramamiento de sangre en su máxima Ecclesia non novit sanguinem, quemaban a las víctimas, cual si al quemarlas no vertiesen su sangre”. Varios de estos místicos, guiados por las enseñanzas aprendidas en manuscritos secretamente conservados de generación en generación, llevaron a cabo descubrimientos que no desdeñarían hoy las ciencias experimentales. El monje Rogerio Bacon, vituperado de charlatán y tenido por aprendiz de artes mágicas, pertenece de derecho, sino de hecho, a la Fraternidad de los estudiantes de ocultismo. Floreció en el siglo XIII con Alberto el Magno y Tomás de Aquino, y sus descubrimientos de la pólvora, de las lentes ópticas y varios mecanismos, fueron atribuidos a hechicería por pacto demoníaco, y de ellos se aprovechan hoy mismo quienes más le escarnecen.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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