Levántate, hombre, todos los días antes de amanecer, para acelerar tu obra. Es una vergüenza

para ti que tu incienso diario sólo levante su humo después de salir el sol. No es el alba de la luz la que debería invitar a tu plegaria para que venga a rendir homenaje al Dios de los seres y a pedir sus misericordias, sino que es tu plegaria la que debería llamar al alba de la luz y hacer que brille en tu obra, para que, acto seguido, pudieses verterla desde lo alto de este oriente celeste sobre las naciones dormidas en su inactividad y sacarlas de sus tinieblas. Sólo con esta vigilancia crecerá tu edificio y tu alma podrá llegar a ser parecida a una de esas doce perlas que deben servir un día de puerta de la ciudad santa.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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