Concebid la tierra tan bella como la han soñado los poetas, suprimid todos los males,
aumentado todos los goces, dad a toda belleza un nuevo brillo, elevadlo todo a la perfección y, sin embargo, el alma se hastiará apartándose, vacía de todo deseo, de este paraíso terrestre. He aquí el sentimiento íntimo que despierta en el fondo del alma esta primera llamada a la liberación. Si la tierra es una prisión, ¿para qué adornarla? Lo que el alma quiere es el espacio libre sin límites que se extiende más allá de los muros de su calabozo. El cielo mismo no le atrae tanto más que la tierra. Los goces celestes han perdido su atractivo, y ni las alegrías intelectuales y sentimentales del paraíso pueden satisfacerle. Son “pasajeros, efímeros, limitados, fugaces”, y como los contactos sensuales, no proporcionan satisfacción definitiva. El alma abandona todo lo que cambia; en su laxitud clama por la libertad.
Annie Besant . La sabiduría antigua .