He oído hablar de un cura de Boston que se había ofrecido como voluntario para

trabajar a media jornada en un grupo pacífico que protestaba contra la guerra de Vietnam. Escribiendo cosas y también organizando, entraba y salía del centro de operaciones, en la parte delantera de una tienda, junto a la abigarrada asamblea de estudiantes barbudos, chicas con pantalones vaqueros y madres jóvenes con bebés en costales indios o cochecitos. Una vez que tenía que hacer una llamada importante, vio que todos los teléfonos estaban ocupados. Como sabía que había un teléfono público en el sótano, corrió escaleras abajo. Allí, junto a una mesa, había una madre con el pecho al aire que acabar de dar de comer a su bebé. Muy ruborizada, la chica cruzó los brazos sobre su pecho y dijo: «Perdone, padre.» El cura sonrió: «No se avergüence, señorita. Puede que nosotros, los curas, seamos célibes, pero en nuestro trabajo llegamos a acostumbrarnos a muchísimas cosas. Le aseguro que su estado no me inquieta en absoluto. De hecho, quizá pueda hacerme un favor: ¿Podría cambiarme esta moneda de dos pezones?».

Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .

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