No podemos, en modo alguno, equivocarnos en este tema ni imponernos nada a nosotros mismos,

porque, tanto en las obras como en la adquisición de las luces y en la práctica de las virtudes, tenemos una unidad interior a la que todas nuestras distintas unidades deben adaptarse y que, como un fluido interno, nos da el asentimiento a nuestros logros buenos o malos. Añadamos a esto, de antemano, que esta unidad interior que hay en nosotros nos da la sanción de nuestros actos buenos o malos en la marcha de nuestras diversas unidades, por la razón de que está vinculada con la unidad suprema universal. Es, por tanto, nuestra unidad interior la que se erige en arbitro de nuestras unidades parciales y hace que nos demos cuenta de si han alcanzado su plenitud.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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