PITONISA. – Al definir Webster esta palabra, sale muy pronto del paso diciendo que era

la mujer que daba los oráculos en el templo de Delfos y, por extensión, toda mujer que presuma de adivina, como por ejemplo las brujas y hechiceras. Esta definición es inexacta, apasionada e injusta. Según Plutarco, Jámblico, Lamprías y otros filósofos, las pitonisas eran jóvenes delicadamente sensibles, de costumbres puras y familia humilde, que estaban adscritas a su respectivo templo, donde se les destinaba habitación rigurosamente aislada del mundo, en la que sólo podían entrar los sacerdotes y los videntes; de modo que la vida de las pitonisas superaba en ascetismo a la de las actuales monjas de clausura. Para ejercer su ministerio se sentaba la pitonisa en un trípode de bronce, colocado sobre una grieta del suelo que comunicaba con un subterráneo, en donde se quemaban ciertas drogas cuyos vapores subían por la grieta hasta envolver a la pitonisa en una atmósfera excitante que determinaba el frenesí mántico; y en tal estado daba el oráculo. También llamaban a la pitonisa ventrilocua vates o sea profetisa ventrilocua (45). Los brahmanes colocaban la conciencia astral (...) en el ombligo, y lo mismo creyeron Platón y otros filósofos. El versículo cuarto del segundo himno del Nâbhânedishtha dice así: “Oíd, ¡oh hijos de los dioses!, al que habla por su ombligo (nâbhâ) y os saluda en vuestras viviendas”. Muchos orientalists convienen en que ésta es una de las más antiguas creencias induístas. Los modernos fakires, lo mismo que los antiguos gimnósofos, concentran su pensamiento en el ombligo y permanecen inmóviles en la contemplación para identificarse con Atman y unirse a la Divinidad. El moderno sonambulismo también considera el ombligo como “el círculo del sol y asiento de la divina luz interna” (46). Muchos sonámbulos ven, oyen y huelen por el ombligo, y esto no es simple coincidencia con las primitivas prácticas, sino prueba evidente de que los sabios antiguos superaban a los modernos académicos en conocimientos de psicología y fisiología. Hoy día los hipnotizadores persas, a quienes el vulgo sigue llamando magos, manipulan sobre el ombligo para ponerse en estado de clarividencia y responder a las consultas que las gentes les hacen sobre robos, objetos perdidos y asuntos de intrincada resolución. Dice un traductor del Rig Veda que los modernos parsis creen que los adeptos de su religión tienen en el ombligo una llama, cuyo resplandor disipa toda obscuridad y les muestra las cosas lejanas del mundo físico y las invisibles del mundo espiritual. Llaman a esta llama la lámpara del deshtur (sumo sacerdote) y también la luz del dikshita (iniciado), con otras varias denominaciones.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

Índice