No existe la resurrección, eso es superstición, una creencia dogmática. Todo en la tierra, en

esta bella tierra, Ave, muere, nace y se marchita. Para captar este movimiento total de la vida, se requiere inteligencia, no la inteligencia del pensamiento o de los libros o del conocimiento, sino la inteligencia del amor y de la compasión con su sensibilidad. Uno tiene la completa certidumbre de que si el educador comprendiera el significado y la dignidad de la muerte, la simplicidad extraordinaria del morir si comprendiera eso profundamente, no intelectualmente- entonces podría comunicar al estudiante, al niño, que el morir, el final, no es para eludirse, no es algo que él haya de temer, porque forma parte de la totalidad de nuestra vida; de ese modo el estudiante, el niño, al crecer jamás tendría miedo de la muerte. Si todos los seres humanos que han vivido antes que nosotros, todas las generaciones y generaciones pasadas todavía vivieran sobre esta tierra, ¡qué terrible sería eso! Y en la educación uno quisiera ayudar no, ésa es una palabra equivocada- uno quisiera introducir la muerte en alguna clase de realidad, no la de algún otro que muere, sino la realidad de que cada uno de nosotros, por viejo o joven que sea, tendrá que enfrentarse inevitablemente a esa cosa. No es una triste cuestión de lágrimas, de soledad, de separación. Matamos con tanta facilidad a los animales no sólo para alimentarnos, sino que está la enorme matanza de animales por diversión, esa diversión que llamamos deporte matamos al ciervo porque es la estación de caza. Matar un ciervo es como matar a un semejante. Matamos animales porque hemos perdido contacto con la naturaleza, con las cosas vivientes de esta tierra. Matamos en la guerra por tantas razones románticas, nacionalistas, políticas, ideológicas... Hemos matado a la gente en el nombre de Dios. La violencia y el matar marchan juntos.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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