Cuando somos niños se nos dice qué es lo bello y qué es lo feo,

con el resultado de que durante toda la vida seguimos repitiendo: “Esto es bello, eso es feo”. ¿Cómo ha de saber uno realmente qué es la belleza y qué es la fealdad? Supongamos que yo digo que la arcada de cierto edificio es hermosa, y algún otro dice que es fea. Bien, ¿qué es lo importante, pelear sobre nuestras opiniones en conflicto acerca de si algo es bello o feo, o ser sensibles tanto a la belleza como a la fealdad? En la vida hay suciedad, escualidez, degradación, dolor, lágrimas, y también hay alegría, risas, la belleza de una flor bajo la luz solar. Lo que importa, sin duda, es ser sensibles a todo, y no decidir meramente qué es bello y qué es feo y permanecer con esa opinión. Si yo digo: “Voy a cultivar la belleza y rechazaré toda la fealdad”, ¿qué ocurre? El cultivo de la belleza contribuye entonces a la insensibilidad. Es como un hombre que desarrolla su brazo derecho haciéndolo muy fuerte, y deja que el izquierdo se deteriore. Por lo tanto, tenemos que estar despiertos tanto a la fealdad como a la belleza. Uno debe ver la danza de las hojas, el agua que corre bajo el puente, la belleza de un anochecer, y también debe estar atento al mendigo en la calle; debe ver a la pobre mujer que se esfuerza con una pesada carga y ha de estar dispuesto a ayudarla, a darle una mano. Todo esto es necesario, y sólo cuando usted tiene esta sensibilidad a todas las cosas puede empezar a trabajar, a ayudar a otros, sin rechazar ni condenar.

Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .

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