El hombre nuevo se parece a un árbol, sobre el que viene a posarse con

alegría una paloma, después de haber volado hasta agotar su fuerza para buscar el alimento de sus polluelos. El hombre nuevo se parece también a la trompeta que se hace sonar en las plazas y en las torres elevadas, para llamar al pueblo a la oración, ya que el hombre nuevo es el lugar de reposo de la verdad y está encargado de llamar a su propio pueblo al sacrificio, está encargado del mantenimiento de todos los canales de la ciudad y de que las aguas vivas puedan circular libremente y también de advertir a sus conciudadanos que la ciudad en la que viven es una ciudad santa y en ella no se soporta ningún mendigo sin permiso, ningún cobarde, ningún vago, porque no hay nadie que no pueda facilitarse de forma legítima y abundante su subsistencia, ya que, si uno de estos habitantes no se considera con fuerzas suficientes para cumplir su misión y satisfacer sus necesidades, puede dirigirse a uno de sus hermanos, puede unirse con él y esta unión no le dejará nada que desear, ya que está escrito: además os digo que, si dos de vosotros se unen en la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi padre que está en los cielos.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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