Una vez adquiridos estos seis atributos mentales en suficiente medida, el chela probacionario sólo necesita
la cuarta cualidad: el intenso y profundo deseo de liberación, la sed ardiente del alma que quiere unirse a Dios, deseo que lleva consigo la promesa de su propia realización. He aquí al aspirante pronto a entrar en el estado de verdadero discípulo, pues, una vez afirmado claramente este deseo, jamás podrá destruirse. El alma que lo ha experimentado ya no podrá apagar su sed en las fuentes terrenales cuyas aguas le parecerán insípidas, y más sediento aún se alejará de ellas hacia la senda vivificante de la Vida real. Al llegar a este grado, queda “el hombre apto para recibir la iniciación”, presto para “entrar en la corriente” que le separará pro siempre de los intereses de la vida terrenal, salvo en lo que en ella pueda servir a su Maestro y ayudar a la evolución de la raza. Para él no existe en adelante la separación; su vida debe ofrecerse en el altar de la humanidad, y gozoso sacrificio todo lo que es, a fin de utilizarlo a favor del bien común *. Durante los años empleados en adquirir las cuatro cualidades fundamentales, el chela probacionario habrá realizado considerables progresos en otros sentidos. Habrá recibido de su Maestro muchas enseñanzas dadas generalmente durante el sueño profundo del cuerpo. El alma revestida de su cuerpo astral bien organizado, se acostumbrará a utilizarlo como vehículo de su conciencia e irá frecuentemente hacia su Maestro para recibir de él instrucción e iluminación espiritual. Estará acostumbrado a meditar, y esta práctica efectiva fuera del cuerpo físico vivificará y dirigirá más de un poder superior al estado de función activa. Durante las horas de meditación en el plano astral, la conciencia llegará a las cimas más elevadas del ser, conociendo mejor la vida del plano mental. El neófito aprenderá a emplear en servicio del hombre sus grandísimos poderes, y gran parte de las horas de libertad que le proporciones el sueño del cuerpo las empleará en socorrer a las almas llevadas al mundo astral por la muerte, en auxiliar a las víctimas de los accidentes, en instruir a los hermanos menos avanzados que él, y en ayudar en gran manera a cuantos necesiten ayuda. Así el alma colabora, según sus humildes medios, en el trabajo bienhechor de los Maestros, y se asocia, en la medida de su esfuerzo, a la obra de la Sublime Fraternidad.
Annie Besant . La sabiduría antigua .