La transformación de las especies, tal como la exponen los materialistas, es tan absurda como

lógica resulta la evolución sucesiva de las formas animales de un originario tipo inferior. Aun concediendo que las especies animales procedan tan sólo de cuatro o cinco tipos (56), y aunque todos los seres orgánicos que viven o han vivido en la tierra procedan de una forma primaria (57), no parece sino que únicamente los empedernidos materialistas y los faltos de intuición sean capaces de prever “el futuroestablecimiento de la psicología sobre las nuevas bases de la evolución gradual de las facultades y fuerzas mentales” (58). El origen físico del hombre y todo cuanto se refiere a su evolución orgánica cae bajo el dominio de las ciencias experimentales; pero negamos a los materialistas toda competencia en lo concerniente a la evolución psíquica y espiritual del hombre, porque no hay ni mucho menos pruebas evidentes de que las facultades superiores del ser humano procedan de la evolución como la planta más humilde y el más miserable gusano (59). Veamos ahora la teoría evolucionista de los antiguos brahmanes simbolizada en el árbol mundanal llamado Ashvatta, aunque de distinto modo que los escandinavos. El Ashvatta tiene las ramas hacia abajo y las raíces hacia arriba. Las raíces simbolizan el mundo físico, el universo vivisble, y las segundas el invisible mundo espiritual, porque las raíces arrancan de las celestes regiones en donde desde la creación del mundo colocó la humanidad a su invidisible Dios. Los símbolos religiosos de todo país son corroboraciones diversas de la doctrina, según la cual, la energía creadora emanó de un punto primario, y así lo enseñaron Pitágoras, Platón y otros filósofos. A este propósito, dice Filón: “Los caldeos opinaban que el Kosmos es punto entre las cosas existentes, bien que este punto sea el mismo Dios (Theos) o bien que en él esté Dios abarcando el alma de todas las cosas (60).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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