Les explica que, para ser culpable, no es necesario dejar que se pierda este talento,

derrocharlo o prostituirlo, sino que hasta el que lo deja enterrado ofende al espíritu, ya que da la impresión de que piensa que el espiritu no es activo, fecundo y regenerador; además, no se contenta con quitar el talento al perezoso, sino que se lo da al trabajador que había ganado diez más. Ordena también que este siervo inútil sea expulsado a las tinieblas exteriores; pero a los que se declaran sus enemigos y no quieren reconocerlo como rey, los hace exterminar en su presencia: ley severa que el hombre nuevo ejerce en sí mismo, con todo rigor, sin lo cual no se establecería su reino.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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