La mente que ha comprendido el vivir cotidiano y ha generado orden en ese vivir

y, por ende, belleza y amor, es una mente religiosa. Una mente así no conoce la pena, esa mente es una bendición y hay en ella una bienaventuranza inmensa, inconmensurable. Esto inmutable es amor, pero la palabra no es la cosa. Tiene su propio movimiento, su propia belleza, que el pensamiento, por altamente sutil y sensible que sea, jamás podrá capturar. El pensamiento debe silenciarse por completo y entonces, tal vez, lo inmutable pueda entrar en contacto con él. La meditación consiste en percibir la no dualidad en ambos movimientos, en ver lo inmutable tocando el siempre cambiante movimiento de la vida. El hombre que ha progresado desde ser un pecador a ser un santo, ha progresado de una ilusión a otra. Todo este movimiento es una ilusión. Cuando la mente ve esta ilusión ya no crea más ilusión alguna, ya no mide más. Por lo tanto, el pensamiento ha cesado con respecto al “llegar a ser mejor”. De ello surge un estado de liberación, que es sagrado. Sólo esto puede, tal vez, recibir lo inmutable.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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