El famoso filósofo escocés Maxwell se comprometió ante varias facultades de Medicina, a curar magnéticamente
las más pertinaces calenturas, así como la epilepsia, impotencia, locura, lisiadura, hidropesía y otras enfermedades incurables. Este mismo filósofo apunta en su Medicina Magnética, los siguientes aforismos entresacados de las enseñanzas cabalísticas y alquímicas. “Lo que los hombres llaman alma del mundo es una vida tan ardiente, espiritual, veloz, brillante y etérea, como la misma luz. Es un espíritu vital que está en todas partes y por doquiera es el mismo... La materia no puede actuar si no está vivificada por este espíritu que mantiene todas las cosas en su peculiar condición. En la naturaleza está libre este espíritu de todo obstáculo, y quien sabe infundirlo en un cuerpo a propósito, posee un tesoro superior a toda riqueza. “Este espíritu es el lazo común entre todos los ámbitos de la tierra y alienta en todo y a través de todo (adest in mundo quid commune omnibus mextis, in quo ipsa permanent). “Quien conoce este universal espíritu de vida y sus aplicaciones evita todo daño. “Si puedes aprovecharte de este espíritu e infundirlo en determinado cuerpo llevarás a cabo los misterios de la magia. “Quien sepa actuar en los hombres por medio de este espíritu universal curará las enfermedades a la distancia que le plazca. “Quien sepa vigorizar el espíritu particular, por medio del universal, podrá prolongar su vida hasta la eternidad. “Los espíritus se comunican entre sí por sus emanaciones, aunque estén distantes unos de otros. Esta comunión recíproca es la aterna e incesante radiación de un cuerpo a otro. Pero no es posible hablar de esto sin peligro, porque motivaría abominables abusos”. Veamos ahora cómo abusan de las facultades magnéticas algunos médiums saludadores. Para que la curación merezca este nombre, requiere confianza en el enfermo o salud robusta y voluntad enérgica en el saludador. La esperanza fortalecida por la fe basta para que uno mismo venza toda condición morbosa. La tumba de un santo, una reliquia, un talismán, un pedazo de papel o una prenda de ropa que haya estado en manos del saludador, un remedio secreto, una penitencia o ceremonia, la imposición de manos o una fórmula pronunciada de intento, producen los mismos efectos curativos, pues todo depende del temperamento, de la imaginación y de la confianza en recobrar la salud. En infinidad de ocasiones el médico, el sacerdote o la reliquia cobraron la fama de curaciones debidas exclusivamente a la fe del paciente. A la enferma de flujo de sangre que tocó su túnica, le dijo Jesús: “Tu fe te ha salvado”.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .