«Te he glorificado en la tierra... ahora, glorifícame en ti mismo, con la gloría que
he tenido en ti antes de que existiese el mundo». El hombre nuevo comprende fácilmente que hay dos glorias: la que tiene derecho a esperar de nosotros cuando nos manifieste la luz eterna de la vida, y la que esta luz eterna debe recibir cuando actúa directamente en él. Una de estas glorias parece ser más reversible para él que para la fuente de que procede; la otra parece más reversible para esta misma fuente. Por eso es por lo que quiere tanto ser glori- ficado por esta gloria: porque arde únicamente por el celo de la casa de su maestro.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .