Los que comienzan a comprender las maravillosas posibilidades ofrecidas al que se asocia voluntariamente a

la ley del sacrificio, experimentarán sin duda el deseo de comenzar esta asociación voluntaria antes de poder elevarse a las alturas cuya vaga descripción acabamos de hacer. Como toda verdad espiritual profunda, el sacrifico es eminentemente práctico en su aplicación a la vida cotidiana, y quien comprende su belleza puede efectuarlo sin vacilar. Una vez tomada la resolución de comenzar la práctica del sacrificio, el hombre debe señalar con un acto de sacrificio el comienzo de cada jornada. Antes de que comience la labor del día, él mismo será la ofrenda hecha a Aquél a quien consagro su vida. Así que despierte, su primer pensamiento será la consagración de toda su fuerza a su Señor. Luego ofrecerá en servicio todos los pensamientos, palabras y acciones de la vida diaria, efectuándolo no por el fruto que reporte, ni como un deber, sino por ser en aquel instante la mejor manera de servir a Dios. Todo lo que ocurra lo aceptará como expresión de su voluntad. Gozo, pena, inquietud, éxito, derrota, toda cosa debe bien recibirla como indicadora del camino de su servicio. Recibe con gozo las cosas que le llegan y las ofrece en sacrificio; las que se van, las pierde con gozo; puesto que se van, es que el Señor las necesita. Todas las potencias de que el ser dispone se consagran con gozo al servicio; cuando le faltan, acepta la privación con ecuanimidad dichosa; puesto que han dejado de ser disponibles; no tendrá ya que emplearlas. Igualmente el sufrimiento inevitable, fruto de un pasado no redimido aún, puede transformarse por la aceptación en sacrificio voluntario. El hombre que voluntariamente acepta este sufrimiento puede ofrecerlo en don, y transformarlo así en fuerza espiritual. Cada vida humana depara ocasiones innumeras de realizar la ley del sacrificio y cada vida se convierte en una potencia a medida que las ocasiones surgen y se utilizan. Sin ninguna expansión de su conciencia en estado de vigilia, el hombre puede llegar a ser un trabajador en los planos espirituales, porque descarga en ellos energía que desde allí se esparcen profusamente en los mundos inferiores. Su renunciamiento aquí abajo, en su conciencia inferior, aprisionada en el cuerpo, despierta responsivos estremecimientos de vida en el aspecto búdico de la Mónada, que es su verdadero Yo y acelera la época en que esta Mónada será el Ego espiritual que, por su propia iniciativa, gobierne y rija todos los vehículos, empleándolos a voluntad según la obra que quiera cumplir. Ningún otro método asegura un progreso tan rápido ni tan pronta manifestación de todas las potencias latentes en la Mónada, como la comprensión y práctica de la ley del sacrificio. Por esto ha sido llamada por un Maestro “La Ley de la Evolución del Hombre”. Tiene, en verdad, aspectos más profundos y más místicos que todos los que se han estudiado aquí; pero estos se revelarán, sin palabras, al corazón tranquilo y amante cuya vida es por completo una ofrenda y sacrificio. Pertenece al orden de cosas que nos sino oídas en la calma interior; una de estas enseñanzas que sólo la “Voz del Silencio” puede exponer. Entre estas enseñanzas también se encuentran las profundísimas verdades que tienen raíz en la Ley del Sacrificio.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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