“Además, en este universo hay una providencia universal por cuya virtud todos los seres viven,

se mueven y perseveran en su perfeccionamiento. Esto lo entiendo en dos sentidos: primero, a la manera como el alma está en todo el cuerpo y en cada una de sus partes, a lo que llamo la naturaleza, sombra o huella de la Divinidad; y segundo, a la manera como está Dios en todo y sobre todo, por esencia, presencia y potencia, no como parte ni como alma, sino de modo inefable. “Además, creo que todos los atributos de Dios son uno solo y el mismo. De acuerdo con los más eminentes teólogos y filósofos concibo tres atributos principales: poder, sabiduría y bondad, o, mejor dicho, voluntad, conocimiento y amor. La voluntad engendra todas las cosas; el conocimiento las ordena; y el amor las concierta y armoniza. Así comprendo la existencia de todas las cosas, pues nada hay que no participe de la existencia ni ésta es posible sin esencia, de la propia manera que nada es bello sin belleza, y por lo tanto nada puedeescapar a la divina presencia. Así es que por raciocinio y no por verdad substancial entiendo distinción en Dios. “Creo que el universo con todos sus seres procede de una Causa primera, por lo que no debe desecharse el nombre de creación a que, según colijo, se refiere Aristóteles al decir que Dios es aquello de que el universo y la naturaleza dependen. Así es que, según el sentir de Santo Tomás sea o no eterno el universo, considerado en razón de sus seres, depende de una Causa primera y nada hay en él independiente. “Con respecto a la verdadera fe, prescindiendo de la filosofía, ha de creerse en la individualidad de las divinas personas, y que la sabiduría, el Hijo de la Mente, llamada por los filósofos inteligencia y por los teólogos Verbo, tomó carne humana. Pero a la luz de la filosofía, dudo de estas enseñanzas ortodoxas, aunque no recuerdo haberlo dado a entender explícitamente, ni de palabra ni por escrito, sino de un modo indirecto, al hablar de otras cosas que con toda sinceridad creo que pueden demostrarse por natural juicio. Así, en lo referente al Espíritu Santo o tercera persona, no lo comprendo de otra manera que como lo entendieron Salomón y Pitágoras, es decir, como Alma del universo compenetrado con el universo, pues según Salomón: “El espíritu de Dios llena toda la tierra y contiene todas las cosas”. Y esto concuerda asimismo con la doctrina pitagórica expuesta por Virgilio en el texto de la Eneida, cuando dice: Principio coelum ac terras camposque liquentes, Lucentemque globum Lunae, Titaniaque astra Spiritus intus alit, totamque infusa per artus Mens agitat molem... “De este Espíritu, vida del universo, procede, a mi entender, la vida y el alma de todo cuanto tiene alma y vida. Además, creo en la inmortalidad del alma lo mismo que en la del cuerpo, pues en lo que a su substancia se refiere también el cuerpo es inmortal, ya que no hay otra muerte que la disgregación, según parece inferirse de la sentencia del Ecclesiastes, que dice: “Nada hay nuevo bajo el sol. Lo que es será”. Tenemos, por lo tanto, que Bruno no comprende el dogma de la Trinidad ni el de la Encarnación, según la fe ortodoxa, pero cree firmemente en los milagros de Cristo, de conformidad con las enseñanzas pitagóricas. Si bajo la implacable férula de la Inquisición se retractó como Galileo, implorando clemencia de sus verdugos, hemos de considerar que la naturaleza física flaquea en el tormento ante la perspectiva de la hoguera.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

Índice