Las organizaciones religiosas se vuelven tan fijas y rígidas como los pensamientos de quienes pertenecen

a ellas. La vida es un cambio constante, un devenir continuo, una incesante revolución; y debido a que una organización jamás puede ser flexible, es un impedimento para el cambio; se vuelve retrógrada para protegerse. La búsqueda de la verdad es individual, no un asunto de congregaciones. Para comunicarse con lo verdadero es indispensable la soledad; no el aislamiento, sino la libertad con respecto a toda influencia y opinión. Las organizaciones del pensamiento se vuelven, inevitablemente, obstáculos para el pensamiento. Cuando usted mismo está atento, ve que la codicia del poder es casi inagotable en una así llamada organización espiritual; esta codicia se halla disimulada bajo toda clase de palabras que suenan muy agradables, pero la llaga corrosiva de la avaricia, el orgullo y el antagonismo es alimentada y compartida por todos. De esto surgen el conflicto, la intolerancia, el sectarismo y otras lamentables manifestaciones. ¿No sería más sabio tener pequeños grupos informales de veinte o veinticinco personas, sin cuotas ni socios, que se reunieran donde fuera conveniente para discutir con delicadeza la aproximación a la realidad? A fin de evitar que cualquier grupo se vuelva exclusivo, cada miembro podría, de cuando en cuando, alentar y tal vez reunir otro pequeño grupo; de ese modo, ello sería extensivo, no estrecho y localista. Para subir alto, uno debe empezar abajo. Desde este modesto comienzo puede ayudar a crear un mundo cuerdo y feliz.

Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .

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