En la cosmogonía escandinava, los hijos de Bur matan al gigante Imir, y tan caudalosos
ríos de sangre brotaron de sus heridas, que sumergieron a toda la raza de fríos y helados gigantes, salvándose únicamente Bergelmir y su mujer, refugiados en una barca, por lo que fueron padres de una nueva raza de gigantes, nacida del mismo tronco. Todos los hijos de Bur se salvaron del diluvio (53). El gigante Imir simboliza la primitiva y ruda materia orgánica, las ciegas fuerzas cósmicas en estado caótico, antes de recibir el inteligente impulso del divino Espíritu que reguló su movimiento en leyes inmutables. La progenie de Bur son los “hijos de Dios” o los dioses menores a que alude Platón en su Timeo, a los cuales fue encomendada la creación del hombre, pues sacan del caótico abismo (el ginnungagap) los mutilados restos del gigante Imir y se sirven de ellos para crear el mundo. Su sangre forma los ríos y los mares; sus huesos las montañas; sus dientes las rocas y peñascos; sus cabellos los árboles; su cráneo la bóveda celeste sustentada en las cuatro columnas de los puntos cardinales, y sus cejas formaron el Edén, la futura morada del hombre. Para tener correcta idea de esta morada (la tierra), dicen los Eddas que es preciso concebirla redonda como un anillo o como un disco flotante en la neblina del océano celeste (éter). Está circuída por Yörmungand, el gigantesco Midgard o serpiente que se muerde la cola, la culebra mundanal, símbolo de la materia dimanante de Imir, compenetrada con el espíritu de los hijos de Dios, que produjeron y modelaron todas las formas. Esta emanación es la luz astral de los cabalistas y el hipotético éter de los físicos modernos. La misma leyenda escandinava de la creación del hombre nos da a entender cuán convencidos estaban los antiguos de la trínica naturaleza humana. Según el Völuspa, Odin, Hönir y Lodur, los progenitores de nuestra raza, mientras paseaban por la orilla del mar vieron dos palos que, inertes y sin utilidad alguna, flotaban en el agua. Odin les infundió el soplo de vida. Hönir dióles alma y movimiento. Lodur les dotó de belleza, palabra, vista y oído. Al hombre le llamaron Askr (fresno) (54) y a la mujer Embla (aliso). Pusieron a esta primera pareja en el Edén y recibieron de sus creadores materia o vida inorgánica, mente o alma y espíritu puro. La primera procedía de los restos del gigante Imir; la segunda de los AEsire (dioses descendientes de Bur) y el tercero de Vanr (representación del puro espíritu).
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .