Recordemos que no hay ni un solo punto del ser del hombre sobre el que

no deban pronunciarse estas sublimes palabras y que lo único que pide Dios es que el hombre nuevo esté en condiciones de comprenderlas en todo momento. Ya hemos estado demasiado lejos para que nos asombre esta maravillosa misericordia. La grandeza del hombre es un testimonio evidente de la grandeza de la obra de Dios con la desdichada familia humana y, a la inversa, la grandeza de la obra de Dios es una demostración de la grandeza del hombre. Esta obra es tal que bastaría con contemplarla y captarla para renacer y volver a ocupar las regiones santas del amor y de la sabiduría, de tal modo que no sólo desapareciese de nosotros el mundo de las tinieblas y las ilusiones, sino que incluso pareciese que se encontraban en nuestra alma todos los mundos de luz, lo mismo que se encuentran en el pensamiento de Dios.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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