El gran Maestro Zen, Nansen, se estaba haciendo muy viejo y estaba esperando a que
llegase su sucesor. De hecho, estaba listo para abandonar el cuerpo, pero se estaba quedando un poco más hasta que llegara su sucesor, para poder transferir lo que había alcanzado, para poder dar la llave. Tenía muchos discípulos, de modo que esto parece muy extraño. Tenía miles de discípulos: ¿por qué no podía darle su llave a uno de estos miles de discípulos? Tenía grandes eruditos a su alrededor, muy habilidosos, muy lógicos, eficientes, intelectuales; pero tenía que esperar. Estas personas eran capaces de comprender la lógica, pero no eran capaces de comprender el amor. Y el amor habla un lenguaje totalmente diferente. Estas personas eran capaces de comprender las matemáticas, pero eran absolutamente incapaces de comprender el lenguaje de la metáfora. Estas personas eran perfectamente capaces de comprender la prosa, pero no estaban disponibles a los misterios de la poesía, así que tuvo que esperar. Estaba acostado en su cama, en su habitación, enfermo, viejo, y permaneciendo de alguna manera en el viejo cuerpo, arreglándoselas de alguna forma. Ese día vio por primera vez a su sucesor, Joshu, entrando en la habitación. Su llegada misma... No se había pronunciado ni una sola palabra. Ni el Maestro había hablado ni el discípulo, el futuro discípulo. Era un extraño, pero la manera en la que entró en la habitación fue suficiente. El Maestro le preguntó: «¿De dónde has venido?» Durante días, el Maestro no había hablado: estaba tan enfermo, tan viejo; estaba preservando su energía de todas las maneras. Ni siquiera estaba hablando. Después de muchos días, éstas fueron sus primeras palabras, a Joshu: «¿De dónde has venido?» Joshu dijo: «Del Templo Zuizo.» Zuizo significa «figura del gozo». Nansen se rió —no se había reído en muchos meses— y preguntó: «¿Has visto la figura del gozo?» Joshu dijo: «La figura del gozo no la he visto. He visto a un Bada yaciente.» Al oír esto Nansen se levantó; no había salido de su cama en casi un año. Al oír esto, Nansen se levantó y preguntó: «¿Tienes ya un Maestro?» Joshu respondió: «Lo tengo.» Nansen preguntó: «¿Quién es tu Maestro?», como si toda la enfermedad hubiera desaparecido, como si fuera joven de nuevo. Su voz era clara, joven, vigorosa, vital: «¡¿Quién es tu Maestro?!» Joshu se rió y dijo: «Aunque el invierno ya ha perdido su apogeo, aún hace mucho frío. ¿Puedo sugerir, Maestro, que cuide bien de su cuerpo?» Y eso fue todo. Y Nansen dijo: «Ahora puedo morir en paz. Ha llegado un hombre que entiende mi lenguaje. Ha llegado un hombre con quien poder encontrarse no en la superficie, sino en lo profundo.» Joshu dijo: «Maestro, cuide bien de su cuerpo.» Con solo decir eso, había sucedido la iniciación. Y la manera en que Joshu dijo: «Aunque el invierno ya ha perdido su apogeo, aún hace mucho frío.» Sabe hablar en metáforas. Conoce el camino de la poesía. Y conoce el camino del amor. Por eso dijo: «¿Puedo sugerir. Maestro, que cuide bien de su cuerpo? Por favor, acuéstese. No es necesario que salte de la cama. ¡Usted es mi Maestro! Todavía no he visto el gozo, pero he visto a un Buda.» El Maestro reconoció al discípulo, el discípulo reconoció al Maestro... en una décima de segundo. ¿Qué fluyó? Lo que fluyó está más allá del lenguaje. Sin embargo, incluso eso hay que decirlo con lenguaje. Incluso esta historia hay que contártela con lenguaje. No hay otra manera. Estas palabras del Maestro Lu-Tsu son muy misteriosas. Trata de comprenderlas con tu corazón de una manera muy amorosa, muy afectuosa. Hay dos maneras de escuchar algo. Una es la manera del crítico que está continuamente criticando por dentro, juzgando, evaluando: si es correcto o erróneo, si encaja conmigo o no, si concuerda con mis conocimientos o no. Está continuamente comparando, criticando. Ésa no es la manera de comprender estos bellos sutras. Estos sutras están más allá de la mente crítica. Solo son asequibles para quien es afectuoso; o, mejor incluso, para quien siente empatía: quien puede armonizarse, quien puede abrirse y escuchar totalmente, de modo que no sea solo el corazón físico, sino el profundo y oculto corazón espiritual el que se conmueva con ellos.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .