Cuando Dios ve que, al darnos a él, no guardamos nada para nosotros, nos da
a cambio una chispa sagrada que, por sí sola, es millones de veces más que nuestro ser y nos enseña todo lo que hemos ganado con este cambio. Sí, nuestro Dios es un Dios efectivo y real y lo que hace en nosotros debe ser efectivo y real como él mismo. Por tanto, no es una esperanza engañosa la que nos promete hacer que sintamos físicamente la espada divina, el soplo divino, el fuego del santuario y el contacto vivo de la fuerza activa y alenta- dora. Y nosotros mismos no estamos más que en las sombras y en las figuras, hasta que se produzca en nosotros este movimiento sagrado y sensible, lo mismo que el fuego de los cuerpos es nulo, en cierto modo, hasta que entra en contacto y en conjunción con todos los puntos del aire libre y de la atmós- fera viva que lo rodea.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .