¿Ves a qué precio se puede conseguir de los cuerpos que la tenían encerrada ese
aire activo que utiliza la física? Solamente violentándolos con cáusticos y librándolos de la putrefacción. Lo mismo ocurre con el hombre viejo, que debe quedar disuelto de una forma así de violenta por el mismo fuego sagrado que tiene enterrado en sí mismo y es preciso que, a cada grado que recorra este fuego para recuperar su libertad y su esplendor, disuelva, corroa y pudra todas las sustancias heterogéneas que componen hoy en ti al hombre de tinieblas y al hombre de la muerte. Es preciso que estas mismas sustancias se descompongan y se deshagan cuando se les acerca este fuego sagrado, como le ocurrió al ídolo de Dagón con la presencia del arca santa. Es preciso que los habitantes de Betsamés estén heridos de muerte para que se atrevan a mirar esta arca santa cuando la conduce así el Señor y que aterrorizados la envíen rápidamente a la villa de Cariatiarín. Es necesario que, cuando David la lleve desde Obededón hasta Sión, tengas siempre cerca de ti siete coros de música y que, cada seis pasos que den los que transporten el arca, inmoles víctimas.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .