Según parece, los profetas de la antigüedad explayaban su inspirada sensibilidad por el directo efluvio
de la emanación astral, o bien por una especie de flujo húmedo que surgía de la tierra, con el que se daba a entender la materia astral de que en esta luz forman las almas su temporánea envoltura. El mismo concepto expresa Cornelio Agripa cuando dice que los fantasmas son de naturaleza vaporosa y húmeda: “in spirito turbido humidoque” (54).
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .