Estos frutos ni siquiera parecen estar ya limitados, desde que el principio, después de haber

sido puesto en actividad, se transmite en la misma medida y con la misma alteración, porque actúa siempre por la misma ley y siempre sobre la misma especie de desorden, que no es otra cosa más que una subdivisión. Además, es el mismo espíritu el que, en lo físico y en lo moral, hace por la imposición de manos que vea el ciego, que oiga el sordo, que camine el cojo, que se cure el enfermo, que resucite el muerto y que el esclavo sea puesto en libertad.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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