«Recordad que, si el alma del hombre está destinada a servir de templo para el
autor eterno de lo que existe, es preciso que tenga en sí, al mismo tiempo, todas las facultades de este ser infinito, según todas sus virtudes, ac- ciones y subdivisiones, sin lo cual este supremo y majestuoso creador de todo lo que existe no podría habitar en ella plena y libremente. Recordad, por tanto, que, si el alma del hombre está destinada a servir de templo del Eterno, no tenéis ni un solo movimiento que deba quedar en vuestra posesión, ya que el autor soberano que ha producido estas formas para que le sirvan de morada y venir a habitarlas, debe ser el único a quien pertenezca la disposición. Por eso es por lo que el reparador nos ha prohibido jurar por nuestra cabeza, ya que nosotros no podemos dar ni un solo cabello, blanco o negro, pues, para jurar por algo, hay que poseerlo; pero nosotros no poseemos nada, ni siquiera nues- tro ser, ya que sólo es de la forma y el dominio de Dios».
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .