Todos hemos tenido la experiencia de la tremenda soledad, donde los libros, la religión, todo
se ha ido y en lo interno nos sentimos tremendamente solos, vacíos. Muy pocos podemos enfrentarnos con esa vacuidad, esa soledad, y escapamos de ella. La dependencia es una de las cosas a las que acudimos; queremos depender de algo, porque no podemos permanecer a solas con nosotros mismos. Debemos tener la radio o los libros o la charla, el parloteo incesante acerca de esto y aquello, acerca del arte y de la cultura. Así es como llegamos a ese punto en que conocemos esta sensación extraordinaria de autoaislamiento. Podemos tener un empleo muy bueno, trabajar furiosamente, escribir libros, pero dentro de nosotros existe este vacío tremendo. Queremos llenarlo, y uno de los recursos es la dependencia. Usamos la dependencia, el entretenimiento, la labor en la iglesia, las religiones, la bebida, las mujeres, muchísimas cosas para llenar ese vacío, para disimularlo. Si vemos que es absolutamente inútil tratar de disimularlo, completamente inútil, si vemos eso no verbalmente, no con convicción y, por lo tanto, no con conformidad y determinación, sino que vemos el total absurdo de ello... entonces nos enfrentamos a un hecho. No es cuestión de cómo librarnos de la dependencia, lo cual no es un hecho, es sólo una reacción a un hecho [...]. ¿Por qué no me enfrento al hecho y veo qué ocurre? Ahora se suscita el problema del observador y lo observado. El observador dice: «Estoy vacío, no me gusta», y escapa de ello. El observador dice: «Yo soy diferente de la vacuidad». Pero el observador es la vacuidad; no existe ahí la vacuidad vista por un observador. El observador es lo observado. Cuando eso ocurre, hay una tremenda revolución en el pensar, en el sentir.
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .